Luego oí una voz 1que me decía: «Tú, hombre, ponte de pie, que te voy a hablar.» 2Mientras esa voz me hablaba, entró en mí el poder de Dios y me hizo ponerme de pie. Entonces oí que la voz que me hablaba 3seguía diciendo: «A ti, hombre, te voy a enviar a los israelitas, un pueblo desobediente que se ha rebelado contra mí. Ellos y sus antepasados se han levantado contra mí hasta este mismo día. 4También sus hijos son tercos y de cabeza dura. Pues te voy a enviar a ellos, para que les digas: “Esto dice el Señor.” 5Y ya sea que te hagan caso o no, pues son gente rebelde, sabrán que hay un profeta en medio de ellos. 6Tú, hombre, no tengas miedo de ellos ni de lo que te digan, aunque te sientas como rodeado de espinos o viviendo entre alacranes. No tengas miedo de lo que te digan ni te asustes ante la cara que pongan, por muy rebeldes que sean. 7Tú comunícales mis palabras, ya sea que te hagan caso o no, pues son muy rebeldes. 8Atiende bien lo que te digo, y no seas rebelde como ellos. Abre la boca y come lo que te voy a dar.»
9Entonces vi una mano extendida hacia mí, la cual tenía un escrito enrollado. 10La mano lo desenrolló delante de mí. Estaba escrito por ambos lados: eran lamentos, ayes de dolor y amenazas.