La rectitud, garantía de vida eterna
1Gobernantes de la tierra, amen la justicia,
tengan buena idea del Señor
y búsquenlo con corazón sincero.
2Los que no le exigen pruebas pueden encontrarlo;
él se manifiesta a los que no desconfían de él.
3Los pensamientos torcidos alejan de Dios.
Su poder, cuando es puesto a prueba,
deja sin palabras a los insensatos.
4La sabiduría no entra en un alma perversa,
ni vive en un cuerpo entregado al pecado.
5El santo espíritu, que es maestro de los hombres,
nada tiene que ver con el engaño;
se aparta de los pensamientos insensatos
y se retira cuando está presente la injusticia.
6La sabiduría es un espíritu amigo de los hombres,
que no perdona al que injuria a Dios con sus palabras;
Dios es testigo de lo más íntimo del hombre,
es vigilante sincero de su corazón
y escucha todo lo que dice.
7En efecto, el espíritu del Señor llena la tierra,
da consistencia al universo
y conoce lo que dice el hombre.
8Por eso, quien dice cosas malas no puede esconderse,
ni podrá escapar del juicio y de la acusación de Dios.
9Los pensamientos del malo serán investigados,
y, como prueba de sus malas acciones,
llegará hasta el Señor el informe de lo que haya dicho.
10Dios lo escucha todo con oído atento;
ni aun lo dicho en voz baja por el hombre se le escapa.
11Eviten, por tanto, las murmuraciones inútiles
y no digan nada malo,
porque aun lo dicho en secreto trae sus consecuencias,
y una boca mentirosa lleva al hombre a la muerte.
12No busquen la muerte con una vida extraviada,
ni, por sus acciones, atraigan sobre ustedes la perdición.
13Pues Dios no hizo la muerte
ni se alegra destruyendo a los seres vivientes.
14Todo lo creó para que existiera;
lo que el mundo produce es saludable,
y en ello no hay veneno mortal;
la muerte no reina en la tierra,
15porque la justicia es inmortal.
Manera de pensar de los malos
16Los malos llaman a la muerte con gestos y gritos;
pensando que es su amiga, la buscan con afán,
y con ella han hecho una alianza,
pues merecen pertenecerle.