La misericordia de Dios es constante
1Yo soy aquel que ha visto la aflicción
bajo el látigo de su enojo.
2Me ha llevado por un sendero
no de luz sino de tinieblas.
3A todas horas vuelve y revuelve
su mano contra mí.
4Ha hecho envejecer mi carne y mi piel;
me ha despedazado los huesos.
5Ha levantado en torno mío
un muro de amargura y de trabajo.
6Me ha dejado en las tinieblas,
como a los que murieron hace tiempo.
7Por todos lados me asedia y no puedo escapar;
¡muy pesadas son mis cadenas!
8Grito pidiéndole ayuda,
pero él no atiende mi oración.
9Ha cercado con piedras mis caminos;
me ha cerrado el paso.
10Como un oso en acecho,
como león agazapado,
11me desgarró por completo
y me obligó a cambiar de rumbo.
12Tensó su arco y me puso
como blanco de sus flechas.
13Me clavó en las entrañas
las saetas de su aljaba.
14Todo el tiempo soy para mi pueblo
motivo de burla.
15¡Me ha llenado de amargura!
¡Me ha embriagado de ajenjo!
16Me ha roto los dientes,
me ha cubierto de ceniza.
17Ya no sé lo que es tener paz
ni lo que es disfrutar del bien,
18y concluyo: «Fuerzas ya no tengo,
ni esperanza en el Señor.»
19Tan amargo como la hiel es pensar
en mi aflicción y mi tristeza,
20y lo traigo a la memoria
porque mi alma está del todo abatida;
21pero en mi corazón recapacito,
y eso me devuelve la esperanza.
22Por la misericordia del Señor
no hemos sido consumidos;
¡nunca su misericordia se ha agotado!
23¡Grande es su fidelidad,
y cada mañana se renueva!
24Por eso digo con toda el alma:
«¡El Señor es mi herencia, y en él confío!»
25Es bueno el Señor con quienes le buscan,
con quienes en él esperan.
26Es bueno esperar en silencio
que el Señor venga a salvarnos.
27Es bueno que llevemos el yugo
desde nuestra juventud.
28Dios nos lo ha impuesto.
Así que callemos y confiemos.
29Hundamos la cara en el polvo.
Tal vez aún haya esperanza.
30Demos la otra mejilla a quien nos hiera.
¡Cubrámonos de afrentas!
31El Señor no nos abandonará para siempre;
32nos aflige, pero en su gran bondad
también nos compadece.
33No es la voluntad del Señor
afligirnos ni entristecernos.
34Hay quienes oprimen a todos
los encarcelados de la tierra,
35y tuercen los derechos humanos
en presencia del Altísimo,
36y aun trastornan las causas que defienden.
Pero el Señor no lo aprueba.
37¿Quién puede decir que algo sucede
sin que el Señor lo ordene?
38¿Acaso lo malo y lo bueno no proviene
de la boca del Altísimo?
39¿Cómo podemos quejarnos,
si sufrimos por nuestros pecados?
40Examinemos nuestra conducta;
busquemos al Señor y volvámonos a él.
41Elevemos al Dios de los cielos
nuestras manos y nuestros corazones.
42Hemos sido rebeldes y desleales,
y tú no nos perdonaste.
43Lleno de ira, no nos perdonaste;
¡nos perseguiste y nos mataste!
44Te envolviste en una nube
para no escuchar nuestros ruegos.
45Entre los paganos hiciste de nosotros
motivo de vergüenza y de rechazo.
46Todos nuestros enemigos nos tuercen la boca;
47son para nosotros una trampa,
¡son motivo de temor, destrucción y quebranto!
48¡Los ojos se me llenan de llanto
al ver el desastre de mi ciudad amada!
49Mis ojos no dejan de llorar,
pues ya no hay remedio,
50a menos que desde los cielos
el Señor se digne mirarnos.
51Me llena de tristeza ver el sufrimiento
de las mujeres de mi ciudad.
52Mis enemigos me acosaron sin motivo,
como si persiguieran a un ave;
53me ataron y me arrojaron en un pozo,
y sobre mí pusieron una piedra;
54las aguas me llegaron hasta el cuello,
y llegué a darme por muerto.
55Desde el fondo de la cárcel
invoqué, Señor, tu nombre,
56y tú oíste mi voz; no cerraste tus oídos
al clamor de mis suspiros;
57el día que te invoqué, viniste a mí
y me dijiste: «No tengas miedo.»
58Tú, Señor, me defendiste;
me salvaste la vida.
59Tú, Señor, viste mi agravio
y viniste en mi defensa;
60te diste cuenta de que ellos
solo pensaban en vengarse de mí.
61Tú, Señor, sabes cómo me ofenden,
cómo hacen planes contra mí;
62sabes que mis enemigos
a todas horas piensan hacerme daño;
63¡en todo lo que hacen
soy el tema de sus burlas!
64¡Dales, Señor, el pago que merecen sus acciones!
65¡Déjalos en manos de su obstinación!
¡Que tu maldición caiga sobre ellos!
66En tu furor, Señor, ¡persíguelos!
¡Haz que desaparezcan de este mundo!