1Bienaventurado el hombre
que no anda en compañía de malvados,
ni se detiene a hablar con pecadores,
ni se sienta a conversar con blasfemos.
2Que, por el contrario,
se deleita en la ley del Señor,
y día y noche medita en ella.
3Ese hombre es como un árbol
plantado junto a los arroyos:
llegado el momento da su fruto,
y sus hojas no se marchitan.
¡En todo lo que hace, prospera!
4Con los malvados no pasa lo mismo;
¡son como el tamo que se lleva el viento!
5Por eso los malvados y pecadores
no tienen arte ni parte en el juicio
ni en las reuniones de los justos.
6El Señor conoce el camino de los justos,
pero la senda de los malos termina mal.
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