Plegaria que pide la destrucción de los malvados
1Señor, ¿por qué estás tan lejos?
¿Por qué te escondes en momentos de angustia?
2Arrogante, el malvado persigue al pobre;
¡pero sus propias trampas lo atraparán!
3El injusto se jacta de sus malos deseos;
alaba al ambicioso y desprecia al Señor.
4Tan soberbio es el impío que no busca a Dios,
ni le da lugar en sus pensamientos.
5Todo el tiempo sus caminos son torcidos,
desprecia a todos sus adversarios,
y tus leyes están muy lejos de su vista.
6Y se dice: «Jamás voy a tropezar.
¡Jamás me alcanzará la desgracia!»
7Abundan en su boca maldiciones, engaños y mentiras.
Bajo su lengua esconde ofensas y maldad.
8Se acerca a las aldeas, y las acecha;
tiende emboscadas para matar al inocente;
pone los ojos en el desvalido.
9Se agazapa, como el león en su cueva;
luego se acerca para caer sobre el pobre
y atraparlo en su red y arrebatarle sus bienes.
10Se encoge, se agazapa,
y muchos desdichados caen en sus garras.
11Piensa para sí que Dios se ha olvidado,
que esconde la cara y nunca ve nada.
12¡Vamos, Señor y Dios, levanta la mano!
¡No te olvides de los pobres!
13¿Por qué tendría que menospreciarte el malvado?
¿Por qué habría de pensar que no intervendrás?
14Pero tú sí ves los trabajos y la humillación,
y a cada uno le das su recompensa.
En ti busca amparo el desvalido;
¡eres el refugio de los huérfanos!
15¡Rómpeles los brazos a los malvados!
¡Persigue su maldad, hasta acabar con ella!
16Tú, Señor, reinas eternamente y para siempre;
¡borra de su tierra a las naciones!
17Tú, Señor, escuchas las plegarias de los pobres;
tú les das ánimo y les prestas atención.
18Tú reivindicas al huérfano y al oprimido,
para que los simples mortales
no sigan violentando la tierra.