1«Cielo y tierra,
¡presten atención a mis palabras!
2Lo que tengo que decir
es tan bueno como la lluvia,
que hace bien a las plantas
y a la hierba del campo.
3»Quiero alabar a nuestro Dios;
y ustedes, ¡reconozcan su poder!
4Él nos protege del mal.
Es un Dios justo y fiel,
que siempre actúa con justicia.
5-6»Israelitas,
Dios es su creador;
es como un padre para ustedes.
Pero ustedes han sido malos,
y lo han ofendido.
Han sido tercos y tontos,
y no merecen ser sus hijos.
¡Son unos malagradecidos!
7»Pónganse a pensar
en la historia de su pueblo.
Sus padres y sus jefes
les contarán hechos del pasado.
8Cuando Dios dividió la humanidad
en diferentes pueblos y naciones,
les dio sus propios territorios;
pero a ustedes, israelitas,
les dio un trato especial:
9A ustedes Dios los eligió
para que fueran su pueblo.
10»Cuando Dios los encontró,
ustedes andaban por el desierto,
por tierras barridas por el viento.
Pero él los tomó en sus brazos
y los cuidó como a sus propios ojos.
11Dios ha cuidado de ustedes
como cuida el águila a sus polluelos.
Dios siempre ha estado cerca
para ayudarlos a sobrevivir.
12»Dios mismo dirigió a su pueblo,
y no necesitó ayuda de otros dioses.
13Dios los llevó triunfantes
por las altas montañas del país.
Les dio a comer frutas del campo;
de una piedra sacó miel
para endulzarles los labios,
y de una dura roca
sacó el aceite que necesitaban.
14De sus vacas, cabras y ovejas
sacaron leche y cuajada;
en su mesa se sirvió
carne del mejor ganado.
Comieron pan del mejor trigo
y vino de las mejores uvas.
15»Pero los israelitas prosperaron,
y se olvidaron de Dios;
¡se olvidaron de su creador!
Rechazaron la protección
del Dios que los había salvado.
16-17Hicieron enojar a Dios,
y provocaron sus celos
al adorar a dioses falsos;
¡eran unos ídolos repugnantes
que ni sus antepasados conocieron!
Aun así, ofrecieron sacrificios
a esos dioses y a los demonios.
18»Israel se olvidó de Dios;
del Dios que le dio la vida.
Abandonó a su creador;
se olvidó de su protector.
19Por eso Dios se enojó
y los apartó de su lado.
20Luego le dijo al pueblo:
“Voy a dejarlos solos,
y verán lo que les pasará.
En verdad, ustedes son malos;
no se puede confiar en ustedes.
21Inventan un dios falso,
para provocar mis celos;
pero los celosos serán ustedes,
pues los cambiaré por otro pueblo;
los cambiaré por gente ignorante
que ni a pueblo llega.
22Tanto me han hecho enojar
que mi furia parece fuego;
y con ese fuego destruiré
los lugares más profundos
y las bases de las montañas.
23”Voy a hacerlos sufrir;
voy a herirlos con mis flechas.
24El hambre y la enfermedad
pondrán fin a su vida.
Lanzaré contra ustedes
animales salvajes y serpientes venenosas.
25En plena calle matarán a sus hijos,
y toda familia verá con horror
cómo mueren sus ancianos,
sus jóvenes y sus niños.
26”Hasta pensé en
dispersarlos
por diferentes países,
y que nadie volviera a recordarlos.
27Pero decidí no hacerlo
por causa de mis enemigos;
sabía que se burlarían de mí,
y hasta pensarían que no fui yo
quien castigó a Israel,
creerían que ellos lo habían hecho,
¡ellos y su gran poder!
28”Ustedes, los israelitas,
son tan tontos que no entienden.
29Si fueran más listos,
sabrían el castigo que les espera.
30¿Cómo se explican ustedes
que un solo israelita
hizo huir a mil soldados?
¿Cómo se explican que dos soldados
hicieron huir a diez mil?
¡Si yo no cuidara de ustedes
ni les hubiera dado la victoria,
ustedes no habrían podido vencerlos!”
31»Bien saben nuestros enemigos
que sus dioses no tienen poder;
¡el poder es de nuestro Dios!
32Ellos son como la gente
de Sodoma y de Gomorra.
Son como los malos viñedos,
que solo dan uvas amargas;
33¡hasta el vino que producen
parece veneno de serpientes!
34-35»Nuestro Dios ha dicho:
“Muy pronto habré de castigarlos,
¡muy pronto habré de destruirlos!
¡Solo espero el momento oportuno
para darles su merecido!”
36»Cuando ya no tengamos fuerzas,
nuestro Dios nos defenderá;
cuando él nos vea reducidos a nada,
tendrá compasión de nosotros
37y les dirá a nuestros enemigos:
“¿Dónde están los dioses
en quienes ustedes tanto confían?
38¿Dónde están esos dioses
a quienes les llevaban ofrendas?
¡Pídanles que vengan a ayudarlos!
39¡Dense cuenta ahora
de que yo soy el único Dios!
Solo yo sano las heridas;
¡solo yo doy la vida,
y solo yo puedo quitarla!
¡De mí no se escapa nadie!
40”Levanto mi mano al cielo,
y juro por mi vida eterna,
41que voy a afilar mi espada,
para vengarme de mis enemigos.
¡Voy a darle su merecido
a esa gente que me odia!
42¡Voy a empapar mis flechas
en la sangre de los prisioneros!
¡Voy a cortarles la cabeza
a todos sus capitanes!”
43»Y ustedes, pueblos vecinos,
alégrense junto con el pueblo de Dios,
porque él habrá de vengarse
de la muerte de su gente.
¡Dios perdonará a su pueblo
y limpiará de pecado su país!»
44-45Y mientras Moisés entonaba este canto ante el pueblo, Josué estuvo siempre a su lado.
Últimas instrucciones de Moisés
46Más tarde, Moisés le dijo al pueblo:
«Piensen bien en todo lo que les he enseñado, y ordenen a sus hijos y a sus hijas que obedezcan cada uno de estos mandamientos. 47Lo que les digo es muy serio. Si ustedes obedecen, vivirán muchos años en el territorio que ahora van a conquistar, y que está al otro lado del río Jordán».
Moisés ve la tierra prometida
48Ese mismo día, Dios le ordenó a Moisés:
49«Quiero que vayas a la región montañosa de Abarim, y que subas al monte Nebo, que está en el territorio de Moab, frente a Jericó. Desde allí podrás admirar el territorio de Canaán, que voy a darles a los israelitas.
50»Allí, en el monte Nebo, morirás y serás enterrado, como fue enterrado tu hermano Aarón cuando murió en el monte Hor. 51Tanto Aarón como tú me desobedecieron en Cadés, cuando estaban junto al manantial de Meribá, que está en el desierto de Sin. Delante de todos los israelitas me faltaron al respeto. 52Por eso no te dejaré entrar en el territorio que les prometí, y solo podrás verlo de lejos».