Nada tiene sentido
1-2Estas son las palabras del Predicador, hijo de David, que fue rey en Jerusalén:
¡En esta vida nada tiene sentido!
¡Todo es una ilusión!
3Realmente, en esta vida
nada ganamos con tanto trabajar.
4Unos nacemos, y otros morimos,
pero la tierra jamás cambia.
5El sol sale por la mañana,
y por la tarde se oculta,
y vuelve corriendo a su lugar
para salir al día siguiente.
6El viento gira y gira,
y no deja de girar;
a veces sopla hacia el norte,
y a veces sopla hacia el sur.
7Los ríos corren hacia el mar,
y luego vuelven a sus fuentes
para volver a vaciarse en el mar,
pero el mar jamás se llena.
8¡Qué difícil me resulta
explicar lo aburrido que es todo esto!
¡Nadie se cansa de ver!
¡Nadie se cansa de oír!
9Lo que antes sucedió,
vuelve a suceder;
lo que antes se hizo,
vuelve a hacerse.
¡En esta vida no hay nada nuevo!
10Cuando alguien llega a decir:
«¡Aquí tengo algo nuevo!»,
resulta que eso ya existía
antes de que naciéramos.
11Nosotros no nos acordamos
de lo que otros hicieron,
ni los que vengan después
se acordarán de lo que hicimos.
¡Los que vengan después
creerán empezar de nuevo!
Nada vale la pena
12Yo, el Predicador, fui rey de Israel, y reiné en la ciudad de Jerusalén. 13Toda mi sabiduría la dediqué a tratar de entender lo que se hace en este mundo. ¡Esta es la tarea que Dios nos dejó, y es una tarea muy pesada! 14Pude darme cuenta de que no tiene sentido nada de lo que se hace en este mundo; ¡todo es como querer atrapar el viento! 15Como dice el dicho: «Nadie puede enderezar lo torcido, ni contar lo que no tiene».
16Entonces me puse a pensar: «Vaya, vaya, aquí me tienen, hecho todo un gran personaje. Nunca hubo en Jerusalén nadie más sabio que yo; nunca nadie tuvo tantos conocimientos. 17Aquí me tienen, dedicado por completo a tratar de comprender lo que es la sabiduría; ¡conozco hasta las más grandes tonterías! Pero también eso es como querer atrapar el viento. 18Lo cierto es que mientras más se sabe, más se sufre; mientras más se llena uno de conocimientos, más se llena de problemas».