1Miré hacia otro lado, y esto fue lo que vi en este mundo: hay mucha gente maltratada, y quienes la maltratan son los que tienen el poder. La gente llora, pero nadie la consuela. 2Entonces dije: «¡Qué felices son los que han muerto, y que lástima dan los que aún viven!» 3Aunque, en realidad, son más felices los que no han nacido, pues todavía no han visto la maldad que hay en este mundo.
4También vi que todos trabajan y buscan progresar solo para tener más que los otros. Pero tampoco esto tiene sentido, porque es como querer atrapar el viento. 5Es verdad que, «el tonto no quiere trabajar y por eso acaba muriéndose de hambre»; 6pero «más vale una hora de descanso que dos horas de trabajo», pues el mucho trabajo no sirve de nada.
La unión hace la fuerza
7Miré hacia otro lado, y vi que en esta vida hay algo más que no tiene sentido. 8Me refiero al hombre solitario, que no tiene hijos ni hermanos: todo el tiempo se lo pasa trabajando, y nunca está satisfecho; siempre quiere tener más. Ese hombre jamás se pone a pensar si vale la pena tanto trabajar y nunca gozar de la vida. ¡No tiene sentido esforzarse tanto!
9La verdad, «más valen dos que uno», porque sacan más provecho de lo que hacen. 10Además, si uno de ellos se tropieza, el otro puede levantarlo. Pero ¡pobre del que cae y no tiene quien lo ayude a levantarse! 11Y también, si dos se acuestan juntos, entran en calor; pero uno solo se muere de frío. 12Una sola persona puede ser vencida, pero dos ya pueden defenderse; y si tres unen sus fuerzas, ya no es fácil derrotarlas.
Juventud y sabiduría
13Si tengo que elegir, prefiero al joven pobre pero sabio, que al rey viejo pero tonto que no deja que nadie lo aconseje. 14-16Porque ese rey viejo muere y viene otro más joven, y aunque el nuevo rey haya nacido en la pobreza, o haya estado en la cárcel, la gente lo apoya al principio. Sin embargo, con el tiempo habrá muchos que tampoco estarán contentos con él. Y esto no tiene sentido; ¡es como querer atrapar el viento!