Un destino común
1Puse todo mi empeño en entender todo esto, y pude comprobar que todo está en las manos de Dios: en sus manos está lo que hacen los sabios y la gente honesta. Ninguno de nosotros sabe en realidad lo que son el amor y el odio. 2Lo mismo da ser justo que ser injusto, ser bueno o malo, puro o impuro, ofrecerle sacrificios a Dios o no ofrecérselos, pecar o no pecar, hacerle a Dios promesas o no hacérselas, pues todos tenemos un mismo final.
3Y eso es lo malo de todo lo que se hace en esta vida: que todos tengamos un mismo final. Además, siempre estamos pensando en la maldad; nos pasamos la vida pensando tonterías, ¡y al fin de cuentas todos paramos en el cementerio!
4No hay mucho de dónde elegir, aunque «mientras haya vida hay esperanza», por eso digo, «más vale plebeyo vivo que rey muerto». 5Los que aún vivimos sabemos que un día habremos de morir, pero los muertos ya no saben nada ni esperan nada, y muy pronto son olvidados. 6Con la muerte se acaban sus amores, sus odios, sus pasiones y su participación en todo lo que se hace en esta vida.
7¡Ánimo, pues! ¡Comamos y bebamos alegres, que Dios aprueba lo que hacemos! 8¡Vistámonos bien y perfumémonos! 9Puesto que Dios nos ha dado una corta vida en este mundo, disfrutemos de cada momento con la mujer amada. ¡Disfrutemos cada día de esta vida sin sentido, pues solo eso nos queda después de tanto trabajar! 10Y todo lo que podamos hacer, hagámoslo con alegría. Vamos camino a la tumba, y allá no hay trabajo ni planes, ni conocimiento ni sabiduría.
Más vale maña que fuerza
11Miré hacia otro lado y vi que en esta vida no son los más veloces los que ganan la carrera, ni tampoco son los más valientes los que ganan la batalla. No siempre los sabios tienen qué comer, ni los inteligentes tienen mucho dinero, ni todo el mundo quiere a la gente bien preparada. En realidad, todos dependemos de un momento de suerte, 12y nunca sabemos lo que nos espera. En cualquier momento podemos caer en la desgracia, y quedar atrapados como peces en la red o como pájaros en la trampa.
13En este mundo vi algo de lo que también aprendí mucho: 14había una ciudad muy pequeña y con muy pocos habitantes, que fue atacada por un rey muy poderoso. Ese rey rodeó la ciudad con sus máquinas de guerra, y se preparó para conquistarla. 15En esa ciudad vivía un hombre muy sabio, que con su sabiduría pudo haber salvado a la ciudad, pero como era muy pobre, ¡nadie se acordó de él!
16Aunque la gente se fije más en la pobreza del sabio que en la sabiduría de sus palabras, yo sigo pensando que «más vale maña que fuerza», 17pues se oyen mejor las suaves palabras de los sabios que los gritos del más grande de los tontos. 18En realidad, puede más la sabiduría que las armas de guerra, aunque un solo error puede causar mucho daño.