1Sin embargo, Moisés le dijo a Dios:
—Los jefes de Israel no van a creer que te he visto, así que tampoco van a obedecerme.
2Entonces Dios le preguntó:
—¿Qué tienes en tu mano?
—Una vara —contestó Moisés.
3—Tírala al suelo —ordenó Dios.
Moisés tiró la vara al suelo, y esta se convirtió en una serpiente. Moisés trató de apartarse de ella, 4pero Dios le dijo:
—Ahora extiende la mano y agarra la serpiente por la cola.
Moisés extendió la mano para agarrarla y, en cuanto la tocó, la serpiente se convirtió otra vez en una vara. Entonces Dios le dijo:
5—Haz esto mismo delante de los jefes de Israel. Cuando ellos vean que la vara se convierte en serpiente, creerán que me has visto a mí, que soy el Dios de sus antepasados. 6-8Pero si no te creen ni te obedecen, dales otra prueba: Mete la mano entre tu ropa y tócate el pecho; luego vuelve a sacarla.
Moisés lo hizo así, y cuando sacó la mano, vio que estaba llena de llagas, pues tenía lepra. Dios le dijo:
—Vuelve a meter tu mano entre la ropa.
Moisés obedeció, y cuando la sacó vio que ya estaba sana. Dios le dijo:
9—Si después de ver estas dos señales no te creen ni te obedecen, ve al río Nilo, saca agua de allí, y derrámala en el suelo. Enseguida el agua se convertirá en sangre.
10Sin embargo, Moisés le dijo a Dios:
—¡Pero es que yo no sé hablar bien! Siempre que hablo, se me traba la lengua, y por eso nadie me hace caso. Este problema lo tengo desde niño.
11Dios le contestó:
—Escúchame, Moisés, ¡soy yo quien hace que hables o que no hables! ¡Soy yo quien hace que puedas oír o que no oigas nada! ¡Soy yo quien puede hacerte ver, o dejarte ciego! 12Anda, ponte en marcha a Egipto, que yo te ayudaré a que hables bien, y te enseñaré lo que debes decir.
13Pero Moisés dijo:
—Dios mío, te ruego que envíes a otra persona.
14Entonces Dios se enojó con Moisés y le dijo:
—¡Pues ahí tienes a tu hermano Aarón, el sacerdote de la tribu de Leví! Aarón habla muy bien, y sabe convencer a la gente. Además, ya ha salido a tu encuentro, y se alegrará de verte. 15-16Tú dile a Aarón todo lo que te he mandado decir, para que él se lo diga al pueblo por ti. De ese modo, Aarón hablará en tu lugar, así como tú hablas en lugar mío. Yo, por mi parte, les ayudaré a hablar y les enseñaré lo que deben hacer. 17Anda, toma la vara y haz con ella lo que te he ordenado hacer.
18Moisés volvió entonces a donde estaba su suegro Jetró, y le dijo:
—Déjame regresar a Egipto. Quiero ver si todavía siguen con vida los israelitas.
Jetró le dijo:
—Vete tranquilo. Espero que te vaya bien.
Moisés regresa a Egipto
19Moisés todavía estaba en Madián cuando Dios le dijo:
—Regresa a Egipto, pues ya han muerto todos los que querían matarte.
20Entonces Moisés montó en un burro a su esposa y a sus hijos, y emprendió el camino de regreso a Egipto. En la mano llevaba la vara que Dios le había dado. 21Ya Dios le había dicho:
«Cuando llegues a Egipto, haz delante del rey todas las maravillas que te he ordenado hacer con la vara. Yo haré que el rey se ponga terco y no deje salir al pueblo. 22Entonces tú le dirás de mi parte: “Yo soy Dios, y amo al pueblo de Israel como si fuera mi primer hijo. 23Por eso te he ordenado que lo dejes salir para que me adore. Como no lo has dejado ir, ahora voy a quitarle la vida a tu primer hijo”».
24En el camino a Egipto, Moisés y su familia se detuvieron en un lugar para pasar la noche. Allí Dios estuvo a punto de quitarle la vida a Moisés, 25-26pero Séfora tomó un cuchillo y circuncidó a su hijo; luego, con el pedazo de piel que le cortó, le tocó los genitales a Moisés, y le dijo: «Con la sangre de mi hijo quedas protegido».
Cuando Dios vio lo que había hecho Séfora, dejó con vida a Moisés.
Moisés y Aarón hablan al pueblo
27Dios le dijo a Aarón:
—Ve al desierto, para recibir a Moisés.
Aarón fue entonces a la montaña de Dios. Al encontrarse con Moisés, lo saludó con un beso. 28Entonces Moisés le contó a Aarón todas las señales grandes y terribles que Dios le había ordenado hacer en Egipto, y todo lo que le había mandado decir. 29Después los dos fueron y reunieron a los jefes de Israel, 30y Aarón les contó lo que Dios le había dicho a Moisés, quien por su parte hizo delante de ellos las señales que Dios le había mandado hacer. 31Los israelitas le creyeron a Moisés, y cuando oyeron que Dios iba a ayudarlos, se inclinaron hasta el suelo y adoraron a Dios.