Los sufrimientos y nuestra confianza en Dios
1¡Todas esas personas están a nuestro alrededor como testigos! Por eso debemos dejar de lado el pecado que es un estorbo, pues la vida es una carrera que exige resistencia.
2Pongamos toda nuestra atención en Jesús, pues de él viene nuestra confianza, y es él quien hace que confiemos cada vez más y mejor. Jesús soportó la vergüenza de morir clavado en una cruz porque sabía que, después de tanto sufrimiento, sería muy feliz. Y ahora se ha sentado a la derecha del trono de Dios.
3Piensen en el ejemplo de Jesús. Mucha gente pecadora lo odió y lo hizo sufrir, pero él siguió adelante. Por eso, ustedes no deben rendirse ni desanimarse, 4pues en su lucha contra el pecado todavía no han tenido que morir como él.
5Pero ustedes parecen haberse olvidado ya del consejo que Dios les da a sus hijos en la Biblia:
«Querido jovencito,
no tomes las instrucciones de Dios
como algo sin importancia.
Ni te pongas triste
cuando él te reprenda.
6»Porque Dios corrige y castiga
a todo aquel que ama
y que considera su hijo.»
7Si ahora ustedes están sufriendo, es porque Dios los ama y los corrige, como si fueran sus hijos. Porque no hay un padre que no corrija a su hijo. 8Si Dios no los corrige, como lo hace con todos sus hijos, entonces ustedes no son en verdad sus hijos. 9Cuando éramos niños, nuestros padres aquí en la tierra nos corregían, y nosotros los respetábamos. Con mayor razón debemos obedecer a Dios, que es nuestro Padre que está en el cielo, pues así tendremos vida eterna.
10Cuando éramos niños, nuestros padres nos corregían porque pensaban que eso era lo mejor para nosotros. Pero Dios nos corrige para nuestro verdadero bien, para hacernos santos como él. 11Desde luego que ningún castigo nos gusta en el momento de recibirlo, pues nos duele. Pero si aprendemos la lección que Dios nos quiere dar, viviremos en paz y haremos el bien.
12Por todo eso, no debemos dejar de confiar totalmente en Dios. Si la vida es como una carrera, y ustedes tienen ya cansadas las manos y débiles las rodillas, cobren nuevas fuerzas. 13Corran por un camino recto y parejo, para que el pie que esté cojo se sane y no se tuerza más.
Advertencia
14Traten de vivir en paz con todos, y de obedecer a Dios; porque si no lo hacen, jamás lo verán cara a cara. 15No dejen que nadie se aleje del amor de Dios. Tampoco permitan que nadie cause problemas en el grupo, porque eso les haría daño; ¡sería como una planta amarga, que los envenenaría! 16Ninguno debe tener relaciones sexuales prohibidas ni despreciar a Dios. Eso fue lo que hizo Esaú, pues cambió sus derechos de hijo mayor por un plato de comida, 17y cuando quiso que su padre le reconociera esos derechos, él no se los reconoció. Esaú lloró mucho, pero ya no había nada que hacer.
18Ustedes no se acercaron al monte Sinaí, el cual se podía ver y tocar, y en el que había fuego, oscuridad, tinieblas y tormenta. 19Tampoco oyeron el sonido de una trompeta, ni la voz de Dios dándoles mandamientos. Los que oyeron esa voz en el monte Sinaí pedían que se callara, 20pues no podían obedecer el mandamiento que les ordenaba: «Deberán matar a pedradas, o con una lanza, a cualquier persona o animal que ponga un pie en este monte.» 21Tan terrible fue lo que ellos vieron en ese monte, que Moisés mismo dijo: «Estoy temblando de miedo.»
22Ustedes, por el contrario, se han acercado al monte Sión y a la ciudad de Dios, quien vive para siempre. Esa es la ciudad de Jerusalén, que está en el cielo. Allí hay miles de ángeles que alaban a Dios, 23y allí están todos aquellos a quienes Dios trató como a hijos, y a quienes les dio el derecho de vivir en el cielo. Ustedes se han acercado a Dios, quien juzgará a todo el mundo. También se han acercado a los espíritus de las personas buenas que Dios hizo perfectas. 24Se han acercado a Jesús, y recuerden que, por medio de él, Dios hizo un nuevo pacto con ustedes. Gracias a la sangre que Jesús derramó al morir, hemos sido perdonados de nuestros pecados. Por eso Jesús es mejor que Abel, pues la sangre de Abel no ofrece perdón, sino que pide venganza.
25-26Tengan cuidado cuando Dios les llame la atención. No lo rechacen, porque los israelitas que en el pasado lo rechazaron, no escaparon del castigo. En aquella ocasión, cuando Dios les habló, su voz hizo temblar la tierra. Y si nosotros rechazamos a Dios, que nos llama la atención desde el cielo, tampoco escaparemos del castigo. Porque ahora él dice: «Otra vez haré temblar, no solo la tierra, sino también el cielo.» 27Y cuando dice «otra vez», entendemos que él quitará las cosas creadas, las que se pueden mover, para dejar las cosas que no pueden ser movidas. 28Gracias a Dios, el reino que él nos da no puede ser movido. Por eso debemos adorar a Dios con el amor y la honra que a él le gusta recibir. 29Porque nuestro Dios es como un fuego destructor.