1Por eso, mientras siga en pie la promesa de descansar con Dios, debemos tener cuidado. Sería una lástima que alguno de ustedes no pudiera recibir de Dios ese descanso. 2Porque nosotros oímos la buena noticia, igual que aquellos israelitas que salieron de Egipto. Solo que a ellos no les sirvió de nada oírla, porque no creyeron en el mensaje. 3Nosotros, en cambio, los que sí hemos creído en la buena noticia, disfrutaremos de la paz y de la tranquilidad que Dios nos ha prometido. Pero a los que no creyeron, Dios les dijo:
«Por eso, ya enojado decidí:
“No voy a permitirles
entrar en la tierra prometida,
donde los haré descansar.”»
Dios dijo esto, refiriéndose a su descanso cuando terminó de crear el mundo. 4Porque en alguna parte de la Biblia se habla así del día sábado:
«En el séptimo día
Dios descansó de todo su trabajo.»
5Y en cuanto a este punto, vuelve a decir:
«Ustedes jamás entrarán
en mi lugar de reposo.»
6Los primeros en oír la buena noticia desobedecieron a Dios, y por eso no pudieron recibir su descanso. Pero la promesa de Dios sigue en pie, 7porque él nos dio una nueva oportunidad, como lo dijo por medio de David en el pasaje de la Biblia, que ya mencionamos:
«Si hoy escuchan la voz de Dios,
no sean tan tercos.»
8Si Josué hubiera podido hacer que los israelitas descansaran realmente en paz y tranquilidad, Dios no habría hablado de otra oportunidad. 9Pero todavía esperamos el día en que nosotros, el pueblo de Dios, recibiremos el descanso que Dios nos ha prometido. 10En ese día, el pueblo de Dios descansará por fin de su trabajo, así como Dios descansó del suyo. 11Por eso, hagamos todo lo posible por obedecer a Dios, para que en ese día recibamos su descanso. No sigamos el ejemplo de los que no creyeron la buena noticia.
12Cada palabra que Dios pronuncia tiene poder y tiene vida. La palabra de Dios es más cortante que una espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo de nuestro ser. Allí examina nuestros pensamientos y deseos, y deja en claro si son buenos o malos. 13Nada de lo que Dios ha creado puede esconderse de él, pues Dios puede verlo todo con claridad, y ante él seremos responsables de todo lo que hemos hecho.
Jesús es el Jefe de sacerdotes
14Jesús es el Hijo de Dios, y es nuestro gran Jefe de sacerdotes, que ha subido al cielo. Por eso debemos seguir confiando en él.
15El diablo le puso a Jesús las mismas trampas que nos pone a nosotros para hacernos pecar, solo que Jesús nunca pecó. Por eso, él puede entender que nos resulta difícil obedecer a Dios. 16Así que, cuando tengamos alguna necesidad, acerquémonos con confianza al trono de Dios. Él nos ayudará, porque es bueno y nos ama.