Segunda respuesta de Job
1Al oír esto, Job respondió:
2«¡Ese cuento ya lo conozco!
Yo sé bien que ante Dios
nadie puede alegar inocencia,
3ni puede tampoco discutir con él.
Dios puede hacer mil preguntas,
y nadie puede responderle.
4¿Quién puede desafiar a Dios
y esperar salir victorioso?
Su sabiduría es muy profunda,
y su poder es muy grande.
5Cuando Dios se enoja,
cambia de lugar las montañas
sin que nadie se dé cuenta;
6también cambia de lugar a la tierra,
y la hace temblar hasta sus bases.
7Reprende al sol, y el sol no sale;
también apaga la luz de las estrellas.
8Con su poder extiende el cielo
y calma las olas del mar.
9Dios creó todas las estrellas,
y las agrupó en constelaciones:
la Osa Mayor, la Cruz del Sur,
Orión y las Siete Cabritas.
10»Dios hace cosas tan maravillosas
que es muy difícil comprenderlas,
y más aún, hablar de ellas.
11Si Dios pasara junto a mí,
me sería imposible verlo;
si se alejara de mí,
no me daría cuenta.
12Si quisiera tomar algo,
¿quién podría ordenarle no hacerlo?
13Cuando Dios se enoja,
hasta el mar y sus olas
se rinden ante él.
14»Si esto es así,
¿cómo voy a poder responderle?
15A pesar de que soy inocente,
ante Dios no me puedo defender;
solo puedo suplicarle
que me tenga compasión.
16Si lo llamara, y él me respondiera,
no creo que me prestaría atención.
17-18¡Al contrario!
¡Por la cosa más simple
aumentaría mis heridas
y no me dejaría ni respirar!
¡Me llenaría de amargura
y con una tormenta me despedazaría!
19Si de comparar fuerzas se trata,
¡Dios es más poderoso!
Y si le abriera un juicio,
¿quién podría obligarlo a presentarse?
20¡Aunque no he hecho nada malo,
mi boca me condena y resulto culpable!
21»No tengo nada de qué arrepentirme,
pero eso ya no importa;
¡estoy cansado de esta vida!
22En todo caso, da lo mismo.
Por eso puedo afirmar
que Dios destruye por igual
a los buenos y a los malos.
23Y si alguna enfermedad provoca
que la gente muera de pronto,
Dios se burla de la angustia
de los que nada malo hicieron.
24Cuando algún malvado
se apodera de un terreno,
es Dios mismo quien les tapa
los ojos a los jueces.
25-26»La vida se me escapa
con la rapidez del rayo.
Mis días pasan como el águila
cuando se lanza sobre su presa.
El tiempo es como un barco
que se pierde en la distancia,
y yo aquí estoy,
sin saber lo que es la felicidad.
27A veces pienso en olvidarlo todo,
en cambiar de actitud y sonreír;
28pero me asusto de tanto sufrimiento,
pues sé bien que ante Dios,
no resulto inocente.
29Y si él me considera culpable,
¿qué caso tiene seguir luchando?
30Aunque me lave con jabón
las manos y todo el cuerpo,
31Dios me arrojará al basurero,
¡y no habrá ropa que me cubra!
32»¿Cómo puedo atreverme
a citar a Dios ante un tribunal,
si soy un simple mortal?
33¿Qué juez en este mundo
podría dictar sentencia entre nosotros?
34Si alguien pudiera quitarme el miedo
de sufrir el castigo divino,
35podría hablar sin temor;
pero en verdad, tengo miedo.