Dios perdona a su pueblo
1-3En otro sueño vi a Josué, parado frente al ángel de Dios. Josué era el jefe de los sacerdotes, y había pecado; por eso en el sueño su ropa sacerdotal no estaba limpia. El ángel acusador estaba a la derecha de Josué, dispuesto a acusarlo ante Dios, pero el ángel de Dios le dijo:
«Ángel acusador, si Dios debe castigar a alguien, es a ti. Así como Dios ha elegido a la ciudad de Jerusalén, también a este hombre lo ha librado del castigo».
4Enseguida, el ángel de Dios habló con sus ayudantes y les ordenó que le quitaran a Josué las ropas sucias. A Josué le dijo: «Toma en cuenta que ya he perdonado tus pecados. Por eso ahora te voy a vestir con ropa limpia».
5Mientras el ángel de Dios seguía allí de pie, él le ordenó a los ayudantes que también le pusieran a Josué un turbante limpio en la cabeza, y ellos lo hicieron así. 6Cuando terminaron de vestirlo, el ángel de Dios le advirtió:
7-8«Así dice el Dios todopoderoso:
“Yo te elegí
como jefe de los sacerdotes.
Si obedeces mis mandamientos
y eres un buen sacerdote,
te pondré a cargo de mi templo.
Te daré además un puesto de honor
entre mis más cercanos servidores.
Y ustedes, el resto de los sacerdotes,
también pongan atención,
pues ustedes son una buena señal:
Yo haré que vuelva a reinar en Israel
mi servidor escogido.
9-10”¡Fíjate bien, Josué!
Delante de ti he puesto una piedra.
Es una piedra de siete costados.
Voy a grabar algo en esa piedra,
y en un solo día borraré
los pecados de toda la tierra.
Cuando llegue ese día,
se invitarán unos a otros
a sentarse bajo los árboles,
y podrán disfrutar tranquilos
de sus uvas y de sus higos.
Yo soy el Dios de Israel,
y les juro que así será”».