Lo que Dios quiere de su pueblo
1-4En el cuarto año del gobierno de Darío, rey de Persia, los habitantes de Betel preguntaron a los profetas y a los sacerdotes si debían seguir ayunando los días cinco de cada mes. Para eso enviaron al templo del Dios todopoderoso a Sarezer y a Réguem-mélec, y a su gente. Era el día cuatro del mes de Quislev. Entonces Dios me dio un mensaje. Me dijo:
«Zacarías, 5diles de mi parte a los sacerdotes y a toda la gente de este país:
“Durante los últimos setenta años
ustedes han estado ayunando
todos los meses quinto y séptimo.
Pero no lo hacen pensando en mí.
6Y cuando dejan de ayunar,
comen pensando solo en ustedes.
7Esto que ahora les digo
ya lo dije hace mucho tiempo
por medio de los profetas,
cuando aún estaban habitadas
Jerusalén y las ciudades vecinas,
cuando aún se vivía en paz
en el desierto y en la llanura”».
8-9El Dios todopoderoso también me dio este mensaje:
«Ustedes deben tratar a los demás
con justicia, amor y compasión.
10No maltraten a nadie,
ni hagan daño a los demás;
en vez de hacer planes malvados,
cuiden de las viudas, de los huérfanos,
de los pobres y de los refugiados.
11-12»En el pasado, puse mi espíritu en los profetas para que ellos les comunicaran mis mensajes. Pero ustedes siempre han sido tercos; en vez de obedecerme, me abandonaron y no me hicieron caso. Por eso me enojé y les dije: 13“Como ustedes no me hicieron caso cuando yo los llamé, tampoco yo les haré caso cuando me llamen. Yo soy el Dios todopoderoso, y les juro que así lo haré”.
14»Por eso los dispersé por naciones que ustedes no conocían. Por eso su país quedó hecho un desierto, por el que nadie se atrevía a pasar. Por culpa de ustedes, su hermoso país quedó abandonado y en ruinas».