1¡Ella es el libro de los mandamientos de Dios!
¡Ella es la ley que dura eternamente!
Todos los que sean fieles a ella, vivirán;
pero los que la abandonen, morirán.
2¡Vuelve, Jacob, y consíguela;
iluminado por ella, dirígete a su esplendor!
3¡No cedas a otros tus honores,
ni tus privilegios a naciones extranjeras!
4¡Qué dichosos somos, Israel,
pues conocemos la voluntad de Dios!
Lamentación de Jerusalén por sus hijos
5¡Ánimo, pueblo mío,
tú que guardas vivo el recuerdo de Israel!
6Ustedes fueron vendidos a naciones extranjeras,
pero no serán exterminados.
Por haber hecho enojar a Dios,
fueron entregados a sus enemigos.
7Ustedes ofendieron a su creador
ofreciendo sacrificios a demonios y no a Dios.
8Se olvidaron del Dios eterno, que los alimentó,
y entristecieron a Jerusalén,
que los ha criado;
9al ver venir sobre ustedes el castigo
que Dios iba a enviarles, ella dijo:
«¡Escuchen, ciudades vecinas:
Dios me ha enviado un gran dolor!
10He visto cómo el Dios eterno
ha enviado cautivos a mis hijos y mis hijas.
11Yo los había alimentado llena de alegría,
y luego, con tristeza y lágrimas, los vi partir.
12Que nadie se alegre al ver que estoy viuda
y que me han quitado a tantos hijos.
Desierta estoy por los pecados de mis hijos,
porque se apartaron de la ley de Dios.
13No hicieron caso de los decretos de Dios,
no vivieron de acuerdo con sus mandamientos
ni se dejaron guiar de él por el camino recto.
14¡Vengan, ciudades vecinas;
fíjense cómo el Dios eterno
ha enviado cautivos a mis hijos y mis hijas!
15Trajo desde lejos, contra ellos,
a una nación cruel, de idioma extraño,
que no respetaba a los ancianos
ni tenía compasión de los niños;
16y a mí, viuda y desamparada,
me quitó a mis queridos hijos y a mis hijas.
17¿Y yo, qué ayuda puedo dar a ustedes, hijos míos?
18Dios, que les envió estas calamidades,
es quien los librará de sus enemigos.
19¡Sigan, hijos míos, sigan su camino!
¡Yo me quedo abandonada!
20Me he quitado mis vestidos de los días de paz,
me he puesto ropas ásperas para orar
y clamaré al Dios eterno mientras viva.
21¡Ánimo, hijos, pídanle ayuda a Dios,
y él los librará de la tiranía y del poder de sus enemigos!
22Yo espero que el Dios eterno los salve;
el Señor santo y Dios eterno
me ha dado la alegría de saber
que pronto tendrá compasión de ustedes.
23Yo, con tristeza y lágrimas, los vi partir;
pero Dios me los devolverá
con alegría y gozo eternos.
24Y así como ahora las ciudades vecinas
los han visto salir cautivos,
pronto verán cómo el Dios eterno los salvará
con su gran gloria y esplendor.
25Hijos míos, soporten con paciencia
el castigo que Dios les ha enviado.
Sus enemigos los han perseguido,
pero pronto verán ustedes cómo van a ser ellos destruidos,
y ustedes les pondrán los pies sobre el cuello.
26Mis hijos consentidos han ido por caminos ásperos;
sus enemigos se los llevaron
como las fieras se llevan a las ovejas.
27¡Ánimo, hijos, pidan ayuda a Dios,
y él, que les mandó todo esto, se acordará de ustedes.
28Así como se empeñaron en alejarse de Dios,
vuélvanse ahora y búsquenlo con mucho más empeño.
29Porque él, que les envió estas calamidades,
les dará también alegría eterna
al concederles la salvación.»
Consuelo para Jerusalén
30¡Ánimo, Jerusalén!
Dios, que te dio tu nombre, te consolará.
31¡Ay de los que te afligieron
y se alegraron de tu ruina!
32¡Ay de las ciudades que esclavizaron a tus hijos!
¡Ay de la ciudad adonde fueron deportados!
33Así como ella se alegró de tu caída
y se gozó con tu ruina,
así se entristecerá cuando quede despoblada.
34Dios le quitará las multitudes que tanto la alegran,
y su orgullo se convertirá en dolor.
35El Dios eterno le enviará un incendio por largos días,
y por mucho tiempo solo vivirán allí demonios.
36Jerusalén, mira al oriente
y verás la alegría que Dios te envía.
37Mira, ya vienen los hijos que viste partir;
vienen de oriente y occidente,
reunidos por orden del Dios santo,
alegres al ver la gloria de Dios.