CARTA DE JEREMÍAS
Esta es una copia de la carta enviada por Jeremías a los israelitas que el rey de Babilonia iba a llevarse cautivos a Babilonia, en la que les comunicaba un mensaje recibido de Dios.
1«Ustedes han pecado contra Dios. Por eso el rey Nabucodonosor de Babilonia se los llevará cautivos a su país. 2En Babilonia tendrán que vivir muchos años, un tiempo muy largo, siete generaciones; pero después yo los sacaré de allí en paz. 3En Babilonia verán dioses de plata, de oro y de madera, que la gente lleva cargados sobre los hombros y que dan miedo a los paganos. 4¡Mucho cuidado! No sean como los paganos; no tengan miedo a esos dioses. 5Cuando los vean entre una multitud de gente que los adora, digan ustedes interiormente: “Solo a ti, Señor, hay que adorar.” 6Porque mi ángel estará con ustedes y los protegerá.
7»Esos ídolos están recubiertos de oro y plata, y tienen lengua modelada por un artesano, pero son de mentira y no pueden hablar. 8La gente toma oro y hace coronas para ponérselas en la cabeza a sus dioses, como si fueran muchachas que gustan de adornarse mucho. 9A veces los sacerdotes les roban a sus dioses el oro y la plata para gastarlo en provecho propio, o les dan una parte a las prostitutas que viven junto al templo. 10Adornan con ropa a esos dioses de oro, de plata y de madera, como si fueran hombres; pero los dioses son incapaces de protegerse a sí mismos del moho y la carcoma. 11A pesar de estar vestidos con mantos de púrpura, el polvo del templo se amontona sobre ellos, y es necesario limpiarles la cara. 12Uno de ellos tiene cetro, como si fuera juez de un país; pero si alguien lo ofende, no puede matarlo. 13Otro tiene en la mano una espada y un hacha, pero no puede defenderse en caso de guerra o de ataque de bandidos. 14Así se puede ver que en realidad no son dioses. Por consiguiente, no les tengan miedo.
15»Esos dioses, colocados allá en sus templos, son tan inútiles como un cacharro roto. 16Los ojos se les llenan del polvo levantado por la gente que entra en el templo. 17Cuando alguien ha cometido una ofensa contra el rey y está a punto de ser ejecutado, se le cierran muy bien las puertas; así también los sacerdotes aseguran los templos con puertas, cerraduras y trancas, para que no entren ladrones a robar a los dioses.
18»Les encienden lámparas, más de las que ellos mismos usan, pero los dioses no pueden ver ninguna. 19Son como las vigas del templo: se dice que por dentro están todas carcomidas. Salen de la tierra los gusanos y se comen a los ídolos y sus ropas, y ellos no sienten nada. 20Tienen la cara ennegrecida por el humo que hay en el templo. 21Sobre su cabeza y su cuerpo van a pararse los murciélagos, las golondrinas y otras aves, y hasta los gatos. 22Así pueden ver ustedes que en realidad no son dioses. Por consiguiente, no les tengan miedo.
23»Aunque están cubiertos de oro para que aparezcan hermosos, si alguien no quita la herrumbre, ellos no pueden darle brillo. Ellos mismos no sintieron nada cuando los estaban fundiendo. 24Fueron comprados a un precio muy alto, y sin embargo no tienen vida. 25Como en realidad no tienen pies, tienen que ser llevados en hombros, mostrando a los hombres su vergüenza. Y los mismos que les dan culto se llenan de vergüenza cuando ven que, si un ídolo se cae, ellos tienen que levantarlo. 26Si lo dejan de pie, no puede moverse por sí mismo, y si se ladea, no puede enderezarse. Llevarles ofrendas a ellos es como llevar ofrendas a los muertos. 27Lo que la gente ofrece a los ídolos, los sacerdotes lo venden para su provecho. Y las mujeres de los sacerdotes hacen otro tanto: toman una parte de la carne y la salan para usarla después, pero no dan nada a los pobres ni a los necesitados. Esas ofrendas las tocan mujeres que están en su período de menstruación, o que acaban de dar a luz. 28Por estas cosas pueden ustedes darse cuenta de que en realidad no son dioses. Por consiguiente, no les tengan miedo.
29»¿Cómo puede alguien decir que son dioses? Son mujeres las que presentan las ofrendas a esos dioses de oro, de plata y de madera. 30En los templos se sientan los sacerdotes con las túnicas desgarradas, con el cabello y la barba rapados, con la cabeza descubierta, 31y lanzan gritos y alaridos como si estuvieran en un banquete en honor de un muerto. 32Los sacerdotes toman las ropas de los ídolos y hacen vestidos para sus esposas y sus hijos. 33A quienes les hacen algún mal o algún bien, esos dioses no pueden darles nada en pago; no pueden poner ni quitar un rey. 34Tampoco pueden dar a nadie riqueza ni dinero. Si alguien les hace una promesa y no la cumple, no pueden reclamárselo. 35No pueden librar a nadie de la muerte, ni salvar al débil del poder del violento. 36No pueden devolver la vista al ciego, ni ayudar al necesitado, 37ni tener compasión de la viuda, ni auxiliar al huérfano. 38Esos dioses de madera cubiertos de oro y de plata son como bloques de piedra sacados de una cantera. ¡Los que les dan culto quedarán en ridículo! 39¿Cómo puede alguien pensar y decir que son dioses?
40»Los mismos babilonios desacreditan a sus dioses, pues cuando ven un sordomudo, van y traen al dios Bel y le piden que le haga hablar, como si el ídolo pudiera oír; 41pero están tan faltos de inteligencia que no son capaces de reflexionar y abandonar esos ídolos. 42Las mujeres se atan una cuerda a la cintura, y se sientan en las calles a quemar salvado como si fuera incienso. 43Y si un hombre pasa y se lleva a una de ellas para pasar la noche juntos, ella desprecia a sus compañeras porque no tuvieron el honor de ser invitadas y de que les desataran la cuerda. 44Todo lo que tiene relación con los ídolos es engaño. ¿Cómo, entonces, puede alguien pensar y decir que son dioses?
45»Los ídolos son hechos por artesanos y orfebres, y no son más que lo que el artista quiere que sean. 46Los hombres que los hacen no viven mucho tiempo: ¿cómo pueden ser dioses cosas hechas por esos hombres? 47Estos no dejan a sus descendientes más que un engaño vergonzoso. 48En caso de guerra o de desastre, los sacerdotes se reúnen para ver dónde esconderse con sus dioses. 49¿Cómo es posible que no se den cuenta de que no son dioses, si no pueden salvarse a sí mismos de la guerra y del desastre? 50No son más que trozos de madera recubiertos de oro y plata; por eso, tarde o temprano aparecerá que son un puro engaño. Todas las naciones y sus reyes reconocerán que no son dioses, sino cosas hechas por los hombres, y que en ellos no hay ningún poder divino. 51¿Quién no se da cuenta, pues, de que no son dioses?
52»No pueden nombrar a nadie rey de un país, ni pueden dar la lluvia a los hombres. 53No pueden hacer valer en un juicio sus derechos, ni pueden salvar al oprimido, porque no tienen poder ninguno. Son como cuervos en el aire. 54Y si se incendia el templo de esos dioses de madera recubiertos de oro y plata, los sacerdotes salen corriendo para salvarse, y los dioses, como troncos, se quedan allí dentro y se queman. 55No pueden resistir a un rey que los ataque o a otros enemigos. 56Entonces, ¿cómo es posible aceptar o pensar que son dioses?
57»Esos dioses de madera recubiertos de oro y plata tampoco pueden escapar de los ladrones y bandidos. Llegan y les quitan a la fuerza el oro, la plata y la ropa con que están cubiertos, y se van, y los dioses no pueden defenderse. 58Por eso, un rey que demuestre su valor, o un utensilio que preste algún servicio en una casa y que el dueño usa como quiere, son preferibles a uno de esos dioses falsos. Más vale una puerta en una casa, que proteja lo que hay dentro, o una columna de madera en un palacio, que uno de esos dioses falsos. 59El sol, la luna y las estrellas brillan, cumplen una misión útil y obedecen. 60Lo mismo el rayo: cuando brilla, es un espectáculo hermoso. El viento sopla en todas partes. 61Y cuando Dios manda a las nubes que recorran toda la tierra, cumplen lo que les ordena. El fuego que cae del cielo para quemar montañas y bosques, cumple la orden que recibe. 62Pero esos dioses no pueden compararse a ninguna de estas cosas ni en belleza ni en poder. 63Por consiguiente, no es posible pensar ni decir que sean dioses, pues no tienen poder alguno ni pueden hacer justicia ni ningún bien a los hombres. 64Sabiendo, pues, que no son dioses, no les tengan miedo.
65»Ellos no pueden maldecir ni bendecir a los reyes; 66no pueden mostrar a las naciones prodigios en el cielo, ni brillan como el sol, ni alumbran como la luna. 67Mejores que ellos son las fieras, pues se pueden defender escondiéndose. 68No hay, pues, la menor prueba de que sean dioses. Por consiguiente, no les tengan miedo.
69»Esos dioses de madera recubiertos de oro y plata son como espantajos en un campo de melones, que no protegen nada, 70o como un espino en un jardín, sobre el que se posan pájaros de toda clase, o como un cadáver abandonado en la oscuridad. 71Al ver cómo se pudren la púrpura y el lino de que están ellos vestidos, pueden ustedes darse cuenta de que no son dioses. Por último, ellos mismos acabarán pudriéndose y quedarán en ridículo en todo el país. 72Más vale un hombre honrado que no tiene ídolos, pues no hay peligro de que quede en ridículo.»