SALMO 106 (105)
La constante rebeldía de Israel
1¡Aleluya!
Den gracias al Señor, porque él es bueno,
porque su amor es eterno.
2¿Quién podrá describir las victorias del Señor?
¿Quién podrá alabarlo como merece?
3Felices los que practican la justicia
y hacen siempre lo que es justo.
4Acuérdate de mí, Señor, cuando hagas bien a tu pueblo;
tenme presente cuando vengas a salvar,
5para que vea yo la dicha de tus escogidos,
para que me alegre y enorgullezca
con el pueblo que te pertenece.
6Hemos pecado igual que nuestros padres;
nos hemos pervertido; hemos hecho lo malo.
7Nuestros padres, allá en Egipto,
no dieron importancia a tus grandes hechos;
se olvidaron de tu gran amor,
y junto al Mar Rojo se rebelaron contra ti.
8Pero Dios los salvó, y dio a conocer su poder
haciendo honor a su nombre.
9Reprendió al Mar Rojo y lo dejó seco.
Los hizo pasar por el fondo del mar
como por un desierto.
10Así los salvó de sus enemigos,
del poder de quienes los odiaban.
11El agua cubrió a sus rivales
y ni uno de ellos quedó con vida.
12Entonces creyeron en las promesas de Dios
y le cantaron alabanzas.
13Pero muy pronto olvidaron los hechos de Dios,
y no esperaron a conocer sus planes.
14Allá, en la soledad del desierto,
pusieron a prueba a Dios
exigiéndole que les cumpliera sus deseos.
15Y Dios les dio lo que pidieron,
pero les mandó una enfermedad mortal.
16En el campamento tuvieron envidia de Moisés,
y también de Aarón, el consagrado del Señor.
17Entonces se abrió la tierra y se tragó a Datán,
y también a la pandilla de Abiram.
18¡El fuego ardió contra todos ellos!
¡Las llamas quemaron a los malvados!
19En el monte Horeb hicieron un becerro,
un ídolo de oro fundido, y lo adoraron:
20¡cambiaron al Dios glorioso
por la imagen de un buey que come hierba!
21Olvidaron a Dios, su Salvador,
que había hecho grandes cosas en Egipto,
22que había hecho maravillas en el país de Cam
y cosas sorprendentes en el Mar Rojo.
23Dios habló de destruirlos;
pero Moisés, su escogido, se interpuso
y calmó el furor de Dios,
evitando que los destruyera.
24Más tarde despreciaron un país hermoso,
y no creyeron en las promesas de Dios;
25dentro de sus tiendas hablaron mal del Señor,
y no obedecieron sus órdenes.
26Entonces él levantó la mano y les juró
que los haría morir en el desierto,
27que haría morir a sus descendientes
y los dispersaría entre las naciones paganas.
28Se hicieron esclavos de Baal-peor,
y comieron de lo sacrificado a dioses sin vida.
29Con sus malas acciones provocaron a Dios,
y se extendió una plaga entre ellos.
30Pero Finees se levantó y ejecutó al culpable,
y así la plaga se detuvo.
31Y Dios le tomó en cuenta esa justa acción,
para siempre y de padres a hijos.
32Hicieron también que Dios se enojara
junto a las aguas de Meribá,
y por causa de ellos
le fue muy mal a Moisés,
33pues le amargaron el ánimo
y él habló sin pensar lo que decía.
34No destruyeron a los pueblos
que el Señor había ordenado destruir.
35Por el contrario,
se mezclaron con los paganos
y aprendieron sus costumbres:
36adoraron ídolos paganos,
los cuales fueron causa de su ruina,
37pues ofrecieron a sus hijos y a sus hijas
en sacrificio a esos demonios.
38Derramaron sangre inocente,
la sangre de sus hijos y sus hijas,
y la ofrecieron a los dioses de Canaán.
La tierra se manchó con su sangre,
39y ellos se mancharon y prostituyeron
con todas sus malas acciones.
40El Señor se enfureció contra su pueblo,
y renegó de ellos, de los que eran suyos;
41los abandonó en manos de los paganos,
y sus enemigos los dominaron;
42sus enemigos los aplastaron,
los humillaron bajo su poder.
43Dios los salvó muchas veces,
pero ellos se opusieron a sus planes
y se hundieron en su propia maldad.
44Sin embargo, al verlos angustiados
y al escuchar sus lamentos,
45se acordó de su alianza con ellos
y cambió de parecer,
porque su amor es muy grande:
46¡hizo que aun sus conquistadores
los trataran con bondad!
47¡Sálvanos, Señor y Dios nuestro!
¡Recógenos de entre las naciones
para que alabemos tu santo nombre,
para que alegres te alabemos!
48¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
por toda la eternidad!
¡Que todos digan: «Amén»!
¡Aleluya!